Sin pena ni gloria. Sin hacer demasiado ruido. Las máquinas conquistaron el penúltimo bastión que les faltaba para suplantar a la humanidad: el razonamiento. La gran barrera a la que se enfrentaba la automatización, derribada. Me refiero, por supuesto, al anuncio de o3 por parte de OpenAI.
Es cierto que estos modelos no razonan, en el mismo sentido en el que lo hacemos los humanos, solo simulan hacerlo. Pero, dejando nuestro ego aparte, la pregunta es: ¿Hasta qué punto importa realmente esa diferencia?
Muchos creyeron que la capacidad de estos modelos se había topado con un muro. Resulta que nos lo hemos saltado únicamente haciendo algo tan sencillo (simplificando mucho) como dejarles “más tiempo” (aka tokens) para pensar en función de la dificultad de nuestra petición. Un golpe de suerte para las tecnológicas que están en la carrera de la AGI. Un problema para los usuarios, porque el coste de la inferencia es el que escala y aumenta. Por lo tanto, la tendencia por arriba es una “inteligencia” más cara y restringida. El tiempo de cómputo de estos modelos es el nuevo oro y las inversiones fluyen hacia quien demuestra que puede generar más inteligencia, más rápida y más barata. El talento atraído por el número de GPUs que tenga una organización. Quién nos iba a decir hace solo tres años que hoy en día tendríamos la inteligencia a subasta. Nunca en la historia ser el mayor postor te podía convertir, aunque fuese de forma artificial, en el más inteligente. Y sin embargo, aquí estamos. Esta es la situación de la que no se está hablando lo suficiente.
Todavía existe esperanza. Porque la tendencia por abajo sigue. Modelos libres cada vez más capaces y baratos. Si nada lo impide, podría democratizarse esa inteligencia, abriendo las puertas a nuevas posibilidades.
Pongamos como ejemplo el avance científico y tecnológico. Hace mucho que la mayoría de las innovaciones no llegan por personas individuales, sino por parte de equipos de personas. Es necesario combinar disciplinas y un conocimiento bastante especializado en ellas. Pero contamos con un tiempo limitado para profundizar en distintas ramas. Por eso se llega más lejos con un equipo. Sin embargo, también tiene sus inconvenientes: Distinta disponibilidad, búsqueda de financiación, burocracia multiplicada, aprender a coordinarse y entenderse… Tal vez este abaratamiento de la inteligencia permita el resurgir de nuevos Thomas Edison o nuevas Beulah Louise Henry. Personas individuales capaces de usar esta tecnología para compensar ciertas lagunas de conocimiento y acelerar el descubrimiento de nuevas innovaciones.
Frente a eso, tenemos la otra cara de la moneda, un asunto bastante preocupante. Gracias al bombardeo de diferentes medios y titulares clickbait importantes sobre el posible impacto social de la Inteligencia Artificial, muchos jóvenes están entrando en una crisis existencial formativa. No paro de ver mensajes en distintas redes sociales en los que se muestra preocupación por cómo afectará al sector laboral sobre el que pretenden dirigir sus estudios. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene aprender programación si no dejan de decirnos continuamente que el trabajo lo realizará una máquina más pronto que tarde? Al mismo tiempo, numerosos anuncios en YouTube animan a esos mismos jóvenes a invertir, siguiendo estrategias dudosas, para tener la vida resuelta con veintipocos años.
No caigas en la trampa. Tu conocimiento, tu aprendizaje, ha sido, es y será la mayor fuente de tu riqueza. Precisamente estamos viviendo el momento de la historia en el que más claro está que cuanto más aprendas, mejor. No es posible pensar de forma crítica sin conocimiento. Aprende de lo que te gusta y de lo que no también. No dejes en ningún momento de lado cultivar tus habilidades digitales, ya tenga relación directa con tu sector (la verdad es que no se me ocurre ninguno en el que no la tenga hoy día) o no. La Inteligencia Artificial también puedes usarla como trampolín de tu aprendizaje. Lo único que te puede mantener en la cresta de la ola es tu capacidad para usar las nuevas tecnologías como tu herramienta. Y para eso, necesitas tener el mejor conocimiento posible. Del sector de tu elección, o mejor aún de varios de ellos, y de la tecnología. Por eso, tu respuesta frente a “no tiene sentido que aprendas eso” debe ser aprender aún con más fuerza. Es cierto que todos los trabajos, o la mayoría de ellos, se redefinirán de alguna manera. La única forma de sobrevivir a eso, lo único a lo que podrás aferrarte si llega ese momento, será a tu conocimiento.
Si tememos que estos avances acaben en la revolución de las máquinas, es porque hemos estado las últimas décadas encerrados en una cueva. Porque esa revolución hace mucho tiempo que está en marcha. Y todas las personas, de alguna forma, somos parte de ella.
¿Quieres invertir en algo con cabeza? Invierte en ti.
Feliz año nuevo.
PD: Ningún modelo de lenguaje ha sido maltratado para la redacción de este artículo… Pero sí para generar la imagen que lo ilustra.