En mi anterior vida de estudiante, la elaboración de trabajos monográficos, tanto individuales como en grupo, pasó por varias etapas. En la primera, acudíamos a la biblioteca (seguro que a más de uno/a se le ha erizado la piel con esta palabra) con la esperanza de localizar entre los voluminosos volúmenes algún párrafo útil que pudiésemos copiar manualmente. Un poco después, algunos privilegiados tuvimos la suerte de contar con unos CDs etiquetados como “Encarta”. Si no se complicaba mucho el tema, nos ahorraban un viaje y la búsqueda pasaba a realizarla el mismo ordenador. Por lo demás, la dinámica era la misma: localizar el párrafo y copiarlo a mano. En la última etapa, ya teníamos acceso a Internet. Y con éste, la mayor pesadilla del profesorado que mandaba realizar trabajos en casa: la Wikipedia. Por supuesto, supieron convencernos de que la mayor parte de la información que contenía era probablemente falsa. Porque ahí: “Podía escribir cualquiera”. Es curioso, porque de alguna manera por primera vez se nos forzó a hacer algo diferente. Sabíamos que los profesores comprobarían el artículo en Wikipedia, así que podía ser nuestra fuente de información, pero teníamos que cambiar ligeramente la forma de expresar lo mismo, ya no podíamos copiar un párrafo literalmente. Bueno, al menos hasta que llegó El Rincón del Vago. Parecía que la única herramienta con la que se contaba para evitar el copia/pega era mandarnos realizar el trabajo a mano en lugar de dejarnos usar el ordenador. “Así nos aseguramos de que leen la información una vez al menos”, pensarían. ¡Con lo bonito y ordenado que quedaba un trabajo impreso! Y lo maravillosas que eran las portadas realizadas con WordArt. El caso es que nunca se nos enseñó a extraer y manipular la información, o al menos yo no recuerdo haber aprendido en esas etapas. Era simpático ver los libros de texto de los compañeros y compañeras de clase, subrayados con “lo más importante”: Todo, excepto los determinantes, las preposiciones y algún adverbio.